domingo, 31 de julio de 2011
jueves, 28 de julio de 2011
martes, 26 de julio de 2011
lunes, 25 de julio de 2011
sábado, 23 de julio de 2011
Facundo Cabral
La idea primera del Foto Diario del Norte era publicar fotografías de autoría propia, pero no puedo desperdiciar este espacio para homenajear, humildemente, a quienes, sin saberlo, me ayudaron en momentos difíciles de mi vida.
Últimamente hay personas que se nos están ‘adelantando’, es decir, se están yendo antes que nosotros, como la Negra Sosa, María Elena Walsh, Ernesto Sábato y recientemente, Facundo Cabral; entre ellos, hace pocos meses, también partió mi viejo.
Seguramente hay muchos más que se han ido, que otras personas tienen en cuenta y que omito mencionar. Espero que me disculpen.
Entre los nombrados, descontando a mi papá, hay dos que admiraba de manera especial, profundamente…
Uno de ellos fue Ernesto Sábato a quien conocí por primera vez a través de su ensayo ‘Uno y el Universo’, luego lo encontré en otras obras, pero de todas las que más influyeron en mí fueron ‘La Resistencia’ y ‘Antes del Fin’.
El otro fue Facundo Cabral. A él llegué casi por casualidad, aunque lo había escuchado de chico en aquel ‘no soy de aquí, ni soy de allá’ que mi abuela Felisa a veces tarareaba.
Allá por el año ‘93, creo, mi papá me ofreció un libro con sus tapas algo ajadas, al que no le presté atención por un buen tiempo… ¿qué podía encontrar en el libro de un cantor cuando ya se venía esta epidemia mediática que hoy nos agobia?
Parece que muchas cosas, como las frutas o el buen vino, necesitan su tiempo de maduración, quizás inconcientemente esperamos el momento justo para degustarlas o aprovecharlas como corresponde, es decir, el tiempo decidió cuándo debía leer aquellos libros que dormían en una estantería en mi ex-casa de Aguaray.
A través de sus libros, leídos oportunamente, pude lograr, en mi visión de la vida, cambios importantes.
Por ellos, por sus palabras, llegué a hacer cosas, a tomar decisiones, que venía postergando indefinidamente.
El libro de Facundo Cabral era “Paraíso a la Deriva”.
Para mí, como humilde lector, es una tremenda obra maestra.
Para Ernesto Sábato Ernesto Sábato, son cuatro libros en uno:
1) Mayoritariamente con párrafos de narración literaria;
2) Con rasgos reconocibles de autobiografía;
3) Salpicado de estrofas poéticas y canciones;
4) Incluye datos e informaciones históricas, artísticas y de otros campos de la cultura en general.
Por otro lado, Jorge Luis Borges fue quien recomendó la publicación de Paraíso.... Bastó una llamada para que Sudamericana-Planeta lo publicara sin titubeos y sin revisiones.
A este libro, o a Facundo, le debo mucho por los logros alcanzados hasta hoy.
A continuación me tomo la libertad, o el atrevimiento, de reproducir algunos fragmentos de este libro (espero que Facundo no se moleste).
Quedo en deuda con don Ernesto Sábato, cuyas palabras también me guiaron en un momento de mi vida.
A ambos les agradezco infinitamente por sus influencias.
A continuación los fragmentos de Paraíso a la Deriva (también incluyo fotografías de la tapa y contratapa del libro):
…
Me acuerdo de que tenia once años cuando decidí irme de mi casa; mi madre me acompañó a la estación de trenes, donde me dijo desde el andén a la ventanilla por donde me despedía de ella: este es el segundo y último regalo que te puedo hacer; el primero fue la vida, el segundo es este, es decir la libertad para vivirla (tengo la alegría de no haberla defraudado porque, mal o bien, siempre fui libre, libertad por la que pagué caro pero que, de una y de todas maneras, valía la pena).
Por esa libertad me aman los que me aman y me odian los que me odian. Mi orgullo es que ni el vino ni los años han podido impedirme regresar solo a casa.
…
Desde que salí de mi casa todo fue muy rápido, como si hubiese entrado en mi verdadero carril; fue suficiente llegar al hotel Hermitage, mentir (principio de toda invención, de todo arte) al decir que era artista, para conseguir el trabajo y debutar esa misma noche, treinta y uno de diciembre de un Mar del Plata que acababa de descubrir.
Entrar al salón Versailles fue un acontecimiento: los vestidos largos, los Rolex y los Ricciardi en los brazos de las mujeres que miraban todo desde arriba, desde muy arriba, con aire de reinas, olvidando que eran solo mantenidas (bueno, como las reinas); los hombres (sus hombres, porque con el culo los llevaban de un robo a otro, de un gobierno a otro, de una regata a otra), afeitados, peinados y encaramados al poder para siempre; los camareros, que soportaban todo a cambio de nada; los músicos, que por miedo al hambre, habían abandonado el sueño de llegar a ser juglares para convertirse en bufones; la tremenda araña en la que trabajaron los abuelos de todos los cantores de esa esquina del mundo.
De pronto tuve la luz del escenario y el silencio de la gente; ya no había tiempo de pensar, excepto en voz alta:
Últimamente hay personas que se nos están ‘adelantando’, es decir, se están yendo antes que nosotros, como la Negra Sosa, María Elena Walsh, Ernesto Sábato y recientemente, Facundo Cabral; entre ellos, hace pocos meses, también partió mi viejo.
Seguramente hay muchos más que se han ido, que otras personas tienen en cuenta y que omito mencionar. Espero que me disculpen.
Entre los nombrados, descontando a mi papá, hay dos que admiraba de manera especial, profundamente…
Uno de ellos fue Ernesto Sábato a quien conocí por primera vez a través de su ensayo ‘Uno y el Universo’, luego lo encontré en otras obras, pero de todas las que más influyeron en mí fueron ‘La Resistencia’ y ‘Antes del Fin’.
El otro fue Facundo Cabral. A él llegué casi por casualidad, aunque lo había escuchado de chico en aquel ‘no soy de aquí, ni soy de allá’ que mi abuela Felisa a veces tarareaba.
Allá por el año ‘93, creo, mi papá me ofreció un libro con sus tapas algo ajadas, al que no le presté atención por un buen tiempo… ¿qué podía encontrar en el libro de un cantor cuando ya se venía esta epidemia mediática que hoy nos agobia?
Parece que muchas cosas, como las frutas o el buen vino, necesitan su tiempo de maduración, quizás inconcientemente esperamos el momento justo para degustarlas o aprovecharlas como corresponde, es decir, el tiempo decidió cuándo debía leer aquellos libros que dormían en una estantería en mi ex-casa de Aguaray.
A través de sus libros, leídos oportunamente, pude lograr, en mi visión de la vida, cambios importantes.
Por ellos, por sus palabras, llegué a hacer cosas, a tomar decisiones, que venía postergando indefinidamente.
El libro de Facundo Cabral era “Paraíso a la Deriva”.
Para mí, como humilde lector, es una tremenda obra maestra.
Para Ernesto Sábato Ernesto Sábato, son cuatro libros en uno:
1) Mayoritariamente con párrafos de narración literaria;
2) Con rasgos reconocibles de autobiografía;
3) Salpicado de estrofas poéticas y canciones;
4) Incluye datos e informaciones históricas, artísticas y de otros campos de la cultura en general.
Por otro lado, Jorge Luis Borges fue quien recomendó la publicación de Paraíso.... Bastó una llamada para que Sudamericana-Planeta lo publicara sin titubeos y sin revisiones.
A este libro, o a Facundo, le debo mucho por los logros alcanzados hasta hoy.
A continuación me tomo la libertad, o el atrevimiento, de reproducir algunos fragmentos de este libro (espero que Facundo no se moleste).
Quedo en deuda con don Ernesto Sábato, cuyas palabras también me guiaron en un momento de mi vida.
A ambos les agradezco infinitamente por sus influencias.
A continuación los fragmentos de Paraíso a la Deriva (también incluyo fotografías de la tapa y contratapa del libro):
…
Me acuerdo de que tenia once años cuando decidí irme de mi casa; mi madre me acompañó a la estación de trenes, donde me dijo desde el andén a la ventanilla por donde me despedía de ella: este es el segundo y último regalo que te puedo hacer; el primero fue la vida, el segundo es este, es decir la libertad para vivirla (tengo la alegría de no haberla defraudado porque, mal o bien, siempre fui libre, libertad por la que pagué caro pero que, de una y de todas maneras, valía la pena).
Por esa libertad me aman los que me aman y me odian los que me odian. Mi orgullo es que ni el vino ni los años han podido impedirme regresar solo a casa.
…
Desde que salí de mi casa todo fue muy rápido, como si hubiese entrado en mi verdadero carril; fue suficiente llegar al hotel Hermitage, mentir (principio de toda invención, de todo arte) al decir que era artista, para conseguir el trabajo y debutar esa misma noche, treinta y uno de diciembre de un Mar del Plata que acababa de descubrir.
Entrar al salón Versailles fue un acontecimiento: los vestidos largos, los Rolex y los Ricciardi en los brazos de las mujeres que miraban todo desde arriba, desde muy arriba, con aire de reinas, olvidando que eran solo mantenidas (bueno, como las reinas); los hombres (sus hombres, porque con el culo los llevaban de un robo a otro, de un gobierno a otro, de una regata a otra), afeitados, peinados y encaramados al poder para siempre; los camareros, que soportaban todo a cambio de nada; los músicos, que por miedo al hambre, habían abandonado el sueño de llegar a ser juglares para convertirse en bufones; la tremenda araña en la que trabajaron los abuelos de todos los cantores de esa esquina del mundo.
De pronto tuve la luz del escenario y el silencio de la gente; ya no había tiempo de pensar, excepto en voz alta:
Sí sale bien cambiará mi vida
si lo digo ahora no lo callaré jamás
pero no sé cómo decirlo
ni siquiera sé por qué vine
me llamo facundo cabral y
a veces
como ustedes
tengo miedo y tengo frío
tengo rabia o estoy asombrado
como ahora
que veo cómo se divierten los ricos
dónde estaba el dinero que nunca vi
ahora que sé lo que comen
(aunque no sepa qué es)
tal vez podría contarles por ejemplo
que mientras vuestros abuelos mataban indios
los nuestros les hacían las mansiones
las sillas y las mesas
o pedían justicia
inocentemente
porque la justicia tiene precio
como vuestras mujeres
y ustedes tienen el dinero para comprar a ambas
no sé si me recuerdan:
yo les vendía los periódicos donde brillaban
las hijas que entregaban a los ingleses
con quienes se dividían el país
yo les lustraba las botas de cabalgar con los militares
(al fin y al cabo son parientes
porque en toda familia rica
hay un primo militar
por las dudas)
desde la vereda de enfrente
los veíamos festejar las navidades
cambiarse apellidos y provincias
decidir nuestros sueldos y nuestra jubilación
debo reconocer que no me gustaba
que se llevaran lo que hacíamos nosotros
pero se podía aguantar
(después de todo
aguantar era lo tradicional
en nuestra clase)
lo que me resultó insoportable
fue que Manuela
cansada de la pobreza
seducida por el lujo
se fuera con uno de ustedes
aunque debo reconocer que para bien
porque lucía mucho más hermosa
con su cara maquillada y sus joyas
dentro del mercedes benz
con el que pasaba veloz e indiferente
frente a nosotros
entonces me cansé y dije:
debo excitar a mi gente
para que termine con los privilegios
de unos pocos que
de ninguna manera
son el país
ni siquiera en la ropa que usan
ni en la música que escuchan
leí mucho para convencer mucho
pero se me fue la mano
porque mi gente
sin altura para entenderme
y sin valor para seguirme
no me escuchó
solo me escucharon ustedes que
al tener acceso a los libros
tenían curiosidades parecidas a las mías
es decir que cambié de vereda
(tal vez para no quedarme solo)
para ser inconscientemente traidor
a los antiguos compañeros que por la ventana
ahora me ven como uno de ustedes
solo me queda robar comida para ellos
y alguna de vuestras perfumadas mujeres para mí
…
Las canciones son mi cuerpo volando, haciéndome fosforescente, es decir poeta; muchos se casaron por mis canciones, por eso me odian, muchos se separaron por ellas, por eso me aman... es decir que soy amado por lo que odio y odiado por lo que amo.
…
Sí, me identifico con el sonido de mi nombre; soy geminiano, es decir multidireccional, y todavía creo que fue una buena idea haber nacido. No estoy arrepentido de nada ni le tengo miedo a nadie, tal vez por inconsciente, y he logrado la hazaña de vivir para y de lo que amo. Estoy pasando de la multitudinaria canción a la soledad de la literatura, aunque las dos están movidas por mi desaforado amor a la libertad. También amo a las palabras; llevo con ellas tantos años que me sacan de cualquier trance, por amistad nomás. Si no me distrajeran tanto las bikinis, las minifaldas y las dictaduras militares, habría escrito mucho más. Además del otro que también soy, me habitan varios fantasmas y gnomos, bufonescos y farsantes, algo infames, algo queribles e ingeniosos, que me ayudan a componer la única obra que cualquier artista escribe (aunque piense que escribe varias), la que más que la inspiración me dicta la soledad para distraerse de ella misma, para distraerme de mí mismo que conforman todos los que soy.
La literatura es una ética de la verdad que confirma que no hay otro bien que el bien decir, que diciendo somos porque estamos estructurados en palabras.
Siempre estuve interesado en el lenguaje, principalmente en sus libertades, como el argot y las asociaciones caprichosas, las jergas de los barrios y los poetas callejeros y desaforados, descarados e insolentes.
Nunca me distrajeron del lenguaje los espejismos de la moral ni las mentiras y caprichos de la voluntad; he preferido la frescura de los bares a la simulación de las bibliotecas, brillantemente impersonales, es decir vivir en lugar de explicar la vida.
... vivo y cuento a la vez, las manzanas y los fantasmas conviven en mí, soy el epicentro de la acción cuando sucede un recital, el que puede ayudar a cambiar las costumbres, el que agita y revive al otro costado que nos conforma...
No tengo discípulos pero sí los enemigos que me crea el amar en voz alta a la locura, por eso no logro efectos de medias tintas: me aman o me odian.
…
Amo la ironía, que es la mejor manera de descalificar a los que no me gustan, de sorprender, de excitar, de golpear; nunca fui cómico, es decir que nunca me ridiculicé para divertir (nunca colaboré para hacer de un imbécil un canalla).
Soy yo, nada más que yo (una imitación jamás llega a ser un acto); no soy la suma de lo amado (como alguna vez canté) sino la síntesis de lo amado, la selección que el yo hizo de los otros, la purificación, la poetización de lo que me rodea. El arte, para mí, no es una manera de la felicidad sino una manera de la verdad donde el deseo y el goce son respetados por igual, donde lo perverso juega con lo sagrado, como convivían las ratas con San Francisco y las flores con Herodes; el arte es la gran saga de la soledad.
Aclaro el lenguaje para favorecer la comunicación y la puesta en escena, para agilizar el relato e incendiar ya mismo...
enciendan el fuego que comenzó la fiesta
traigan el vino y los tambores
desaten a la alegría
liberen a la pasión
canten y bailen con furia quijotesca
con la misma convicción del bautista y de moisés
hagan las cosas solo por amor
porque aquel que trabaja en lo que no ama
es un desocupado
hagan el amor a las mujeres
en los ómnibus y en las plazas
a las buenas y a las malas
por las buenas y por las malas
y en solo nueve meses nacerán hijos locos
benditamente locos
y por locos tan libres
y por libres tan bellos
que harán un paraíso de este maldito infierno
donde las banderas se pudren patrióticamente
y las madres alimentan a sus hijos para la guerra
no te preocupes por el pan nuestro de cada día
porque eso es cosa nuestra
(para eso somos hombres)
pero no nos dejes sin el sueño de cada noche
porque sin él nada somos nosotros
que tal vez solo seamos un sueño
que tú sueñas
miércoles, 20 de julio de 2011
Amistad y Día del Amigo
Voy a iniciar con una declaración ambigua: ‘hoy es un día propicio’; así es, afuera llueve, hace frío, es el día del amigo, además, recién volvimos de las vacaciones y tengo diez días más para quedarme en casa y disfrutar de mi familia y cumplir con un montón de cosas que siempre prometo que voy a hacer o reparar.
Ahora voy a escribir un poco sobre la amistad y aprovecharé, ya que estoy frente a la compu y a la par del celular para saludar a los amigos lejanos.
Pero para hablar de la amistad no es sencillo; en principio, ¿qué es la amistad?
Es algo tan cercano, tan cotidiano y tan fácil de pronunciar que hasta en una de esas la confundimos con otras cuestiones.
Esto me recuerda las épocas en que enseñaba procesos y operaciones químicas en la escuela técnica de Aguaray y preguntaba a mis alumnos ¿qué es temperatura?
Temperatura es un término que empleamos permanentemente y seguramente oímos de ella, al menos, un par de veces al día: en la radio, la televisión, al leer una receta que indica poner el horno a temperatura moderada o al pasar, en la calle, cuando saludamos a la vecina que está barriendo la vereda y nos hace una reseña del cambio climático y el resultado de las elecciones en porteñolandia.
Todos hablamos de ellas, es decir de la temperatura y de la amistad, pero qué fácil se las confunde con otros conceptos o bien, qué difícil se hace, a veces, definirlas.
Por ahí alguien dijo que la temperatura es el estado de la materia que determina el flujo de calor entre los cuerpos (ojo, aclaro: aunque no se encuentren en contacto físico).
Quizás la amistad tenga algo que ver con este concepto.
También debe tener un poco de magnetismo y hasta tenga alguna similitud con la convección.
Porque la amistad determina un ir y venir de sentimientos entre las personas que hace que se unan, se mezclen, compartan, hace que se fusionen en un sinfín de actividades, estando cerca o lejos en la distancia o en el tiempo.
Nos hace sentir mucho más que parientes, nos hermana, nos hace compinches en nuestras andanzas y aventuras de la niñez y cómplices de travesuras que no cometeríamos con extraños.
Ser amigos va mucho más allá que compartir 8 horas en una oficina u otro lugar de trabajo, es más que charlar y reírnos con el almacenero, el vecino o un ocasional compañero.
La amistad es algo mucho más profundo, es una manera de amar, es una forma de vivir en armonía con quienes están más cerca de nuestro espíritu.
Hoy, por estar en casa, el día se hace propicio para salvarme de quienes confunden la amistad con ser compañeros de trabajo, algunos con gran gusto, otros por obligación y otros que ni siquiera se los puede calificar como compañeros pero que por una cuestión de formalidad, inercia o vaya a saber qué, justamente son los peores y los más insistentes, los que no se olvidan de saludarte tendiéndote esa mano pegajosa, a la que les falta una etiqueta, como la ropa, que diga, 35% trucho, 40% malintencionado, 25% necio (por no decir boludo).
Ojo, hay compañeros, que a pesar de esa relación formal que uno adquiere en el trabajo, estudio, etc., también son amigos.
Como decía, es propicio para saludar a mis viejos amigos, sobre todo a aquellos que están lejos: Sergio, Eduardo, Butiche, Carlitos, Pepe, Dodi, el Mosca, Miriam y Liliana… también para saludar a los más cercanos como Miguel (Mono), Marketing, Quique, OPE, las muchachas de la oficina (Norma y Susana) y a Marcelo que en estos momentos anda entre Mariachis y Carteles narcos, laburando en Méjico.
Incluyo también amigos más recientes: Marcela, el matrimonio Calermo (María y Mario) y a Javier y Patricia con quienes hicimos un inicio de amistad muy lindo, allá en el Hostal Cerro Azul de Lozano (Jujuy).
Reservo un lugar para aquellos exalumnos – amigos de la técnica de Aguaray, con quienes pasamos momentos muy buenos.
También esto me lleva a recordar a los amigos más antiguos, los de mis primeros años, los que lamentablemente ya no están: Juan, Conce, Luisa, Armando y mi viejo, Adolfo, que hace poquito nos dejó, fue mi primer compinche y cómplice incondicional, el inventor de juegos, compañero de viajes, puntual despertador desde primer grado hasta 6° año, el mejor malcriador del mundo.
Y si hablamos de amigos y compinches, no debo dejar de lado a mis hijos, los más chicos y los más grandes que me permitieron, de alguna manera, devolver lo que mi viejo me dio.
Seguramente me olvido de alguien, si es así, le pido disculpas, no es intencional… últimamente la memoria se está tornando poco amigable… ja!
Pero de quien no me olvido y constituye todo un capítulo aparte es de mi compañera y amiga, la que me malcría y me banca en todo momento, la que me ama y amo con toda el alma; también cómplice, compinche, secuaz o simplemente amiga-amante: para Cintia, mi mayor deseo de felicidad.
Amigos, finalmente el día resultó propicio.
Les deseo Feliz Día del Amigo, aunque ya sea un poco tarde (19.30 hs.).
Un abrazo con el calor del norte para todos ustedes.
Hasta pronto.
Para algunos firmo: Luis
Para otros: Fernando
P.D.: Espero que nadie se sienta ofendido equivocadamente, cada uno sabe la parte que le toca...
Ahora voy a escribir un poco sobre la amistad y aprovecharé, ya que estoy frente a la compu y a la par del celular para saludar a los amigos lejanos.
Pero para hablar de la amistad no es sencillo; en principio, ¿qué es la amistad?
Es algo tan cercano, tan cotidiano y tan fácil de pronunciar que hasta en una de esas la confundimos con otras cuestiones.
Esto me recuerda las épocas en que enseñaba procesos y operaciones químicas en la escuela técnica de Aguaray y preguntaba a mis alumnos ¿qué es temperatura?
Temperatura es un término que empleamos permanentemente y seguramente oímos de ella, al menos, un par de veces al día: en la radio, la televisión, al leer una receta que indica poner el horno a temperatura moderada o al pasar, en la calle, cuando saludamos a la vecina que está barriendo la vereda y nos hace una reseña del cambio climático y el resultado de las elecciones en porteñolandia.
Todos hablamos de ellas, es decir de la temperatura y de la amistad, pero qué fácil se las confunde con otros conceptos o bien, qué difícil se hace, a veces, definirlas.
Por ahí alguien dijo que la temperatura es el estado de la materia que determina el flujo de calor entre los cuerpos (ojo, aclaro: aunque no se encuentren en contacto físico).
Quizás la amistad tenga algo que ver con este concepto.
También debe tener un poco de magnetismo y hasta tenga alguna similitud con la convección.
Porque la amistad determina un ir y venir de sentimientos entre las personas que hace que se unan, se mezclen, compartan, hace que se fusionen en un sinfín de actividades, estando cerca o lejos en la distancia o en el tiempo.
Nos hace sentir mucho más que parientes, nos hermana, nos hace compinches en nuestras andanzas y aventuras de la niñez y cómplices de travesuras que no cometeríamos con extraños.
Ser amigos va mucho más allá que compartir 8 horas en una oficina u otro lugar de trabajo, es más que charlar y reírnos con el almacenero, el vecino o un ocasional compañero.
La amistad es algo mucho más profundo, es una manera de amar, es una forma de vivir en armonía con quienes están más cerca de nuestro espíritu.
Hoy, por estar en casa, el día se hace propicio para salvarme de quienes confunden la amistad con ser compañeros de trabajo, algunos con gran gusto, otros por obligación y otros que ni siquiera se los puede calificar como compañeros pero que por una cuestión de formalidad, inercia o vaya a saber qué, justamente son los peores y los más insistentes, los que no se olvidan de saludarte tendiéndote esa mano pegajosa, a la que les falta una etiqueta, como la ropa, que diga, 35% trucho, 40% malintencionado, 25% necio (por no decir boludo).
Ojo, hay compañeros, que a pesar de esa relación formal que uno adquiere en el trabajo, estudio, etc., también son amigos.
Como decía, es propicio para saludar a mis viejos amigos, sobre todo a aquellos que están lejos: Sergio, Eduardo, Butiche, Carlitos, Pepe, Dodi, el Mosca, Miriam y Liliana… también para saludar a los más cercanos como Miguel (Mono), Marketing, Quique, OPE, las muchachas de la oficina (Norma y Susana) y a Marcelo que en estos momentos anda entre Mariachis y Carteles narcos, laburando en Méjico.
Incluyo también amigos más recientes: Marcela, el matrimonio Calermo (María y Mario) y a Javier y Patricia con quienes hicimos un inicio de amistad muy lindo, allá en el Hostal Cerro Azul de Lozano (Jujuy).
Reservo un lugar para aquellos exalumnos – amigos de la técnica de Aguaray, con quienes pasamos momentos muy buenos.
También esto me lleva a recordar a los amigos más antiguos, los de mis primeros años, los que lamentablemente ya no están: Juan, Conce, Luisa, Armando y mi viejo, Adolfo, que hace poquito nos dejó, fue mi primer compinche y cómplice incondicional, el inventor de juegos, compañero de viajes, puntual despertador desde primer grado hasta 6° año, el mejor malcriador del mundo.
Y si hablamos de amigos y compinches, no debo dejar de lado a mis hijos, los más chicos y los más grandes que me permitieron, de alguna manera, devolver lo que mi viejo me dio.
Seguramente me olvido de alguien, si es así, le pido disculpas, no es intencional… últimamente la memoria se está tornando poco amigable… ja!
Pero de quien no me olvido y constituye todo un capítulo aparte es de mi compañera y amiga, la que me malcría y me banca en todo momento, la que me ama y amo con toda el alma; también cómplice, compinche, secuaz o simplemente amiga-amante: para Cintia, mi mayor deseo de felicidad.
Amigos, finalmente el día resultó propicio.
Les deseo Feliz Día del Amigo, aunque ya sea un poco tarde (19.30 hs.).
Un abrazo con el calor del norte para todos ustedes.
Hasta pronto.
Para algunos firmo: Luis
Para otros: Fernando
P.D.: Espero que nadie se sienta ofendido equivocadamente, cada uno sabe la parte que le toca...
sábado, 16 de julio de 2011
martes, 12 de julio de 2011
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